NUESTRO RELOJ BIOLOGICO
EL RITMO CIRCADIANO
El reloj biológico del organismo, o ciclo de 24 horas (ritmo circadiano), puede verse afectado por la luz o la oscuridad, las cuales pueden hacer pensar al organismo que es hora de dormir o de despertarse. El reloj biológico del organismo controla funciones como:
- El dormir y el despertar.
- La temperatura corporal.
- El sistema inmunitario del organismo.
- Otras funciones corporales, como cuando siente hambre.
Se denomina reloj biológico al mecanismo interno de un ser vivo que le permite contar con una orientación temporal. No se trata, por supuesto, de una máquina que muestra las horas y los minutos, sino de un conjunto de funciones orgánicas vinculadas al ritmo de vida.
Lo que hace el reloj biológico es ordenar de manera temporal diversas actividades orgánicas. Este orden implica el desarrollo de ciclos (que hacen que, cada cierta cantidad de horas, tengamos hambre o sueño, por ejemplo). Las secreciones glandulares, la regulación de la temperatura del cuerpo y hasta el funcionamiento del corazón y del cerebro, entre otros órganos, dependen del reloj biológico. Diversas decisiones y actividades que desarrollamos pueden provocar cambios en el reloj biológico, generando diversas clases de desequilibrios.
Las personas que no mantienen un horario regular para alimentarse o aquellas que viven de noche y duermen de día experimentan diversos inconvenientes por alterar su reloj biológico: fatiga crónica, falta de apetito, depresión, etc.
Para regular el reloj biológico, lo ideal es mantener una rutina diaria respecto al descanso, la actividad física y la alimentación. Esto ayuda a optimizar el funcionamiento del organismo.
Ciclo del Ritmo Circadiano
* Entre las 6 y las 8:59 a.m.: este período es el ideal para levantarse de la cama. Para el hombre es el punto en el cual su testosterona alcanza el nivel máximo. Por otro lado, se trata del momento en el cual el corazón está más expuesto a paros, ya que sus vasos presentan una mayor rigidez y una menor flexibilidad con respecto al resto del día, la presión arterial está en su pico más alto y la sangre es muy espesa.
* Entre las 9 y las 11:59 a.m.: en esta franja nuestra memoria a corto plazo funciona mejor que nunca, y nuestro cerebro es capaz de procesar la información con especial intensidad. Éste recibe un estímulo particular de atención, ya que el cortisol (la hormona del estrés) se encuentra en su punto máximo.
* Entre las 12 y las 2:59 p.m.: lo normal es comer en esta porción del día, por lo cual la actividad gástrica aumenta, bajan los niveles de alerta y, según las estadísticas, tiene lugar el mayor porcentaje de accidentes de tráfico.
* Entre las 3 y las 5:59 p.m.: la temperatura interna alcanza su punto máximo, el corazón y los pulmones funcionan mejor que el resto del día, y se trata de un momento ideal para las actividades físicas, como ser el ejercicio
* Entre las 6 y las 8:59 p.m.: es el momento ideal para cenar, aunque no conviene excederse, ya que esto puede aumentar las probabilidades de diabetes y obesidad. También es el punto adecuado del día para desarrollar el pensamiento intuitivo y, dadas las peculiaridades del reloj biológico, para que nuestro hígado metabolice el alcohol
* Entre las 9 y las 11:59 p.m.: la temperatura corporal interna desciende y comenzamos a producir melatonina, hormona que nos ayuda a conciliar el sueño
* Entre las 12 y las 2:59 a.m.: bajan al mínimo los niveles de atención y alerta, mientras que la melatonina alcanza su pico máximo. Por otro lado, el cerebro comienza a consolidar nuestros recuerdos y a desechar lo dispensable.
* Entre las 3 y las 5:59 a.m.: tenemos la temperatura corporal al mínimo y somos especialmente propensos a ataques de asma y partos naturales.
¿Cómo afecta un desequilibrio en nuestro reloj biológico?
Nuestra forma de vivir no se ajusta a los ritmos biológicos naturales, y ese desfase afecta a todo el organismo. Cada vez está más claro que nuestra salud paga el precio de vivir contra reloj.
Estamos diseñados para dormir de noche y estar activos de día. Si se altera el ritmo del sueño, se produce un efecto dominó sobre el resto de los ritmos biológicos. Por ejemplo, el cortisol, la hormona que prepara el organismo para hacer frente a la actividad, presenta su pico más alto un poco antes de levantarnos, lo que dispone nuestro cuerpo para empezar el día con energía, haciendo que aumente la glucosa, la temperatura corporal y la presión arterial. Hacia las once de la noche, baja el nivel de esta hormona. Si durante varios días se cambia el horario del sueño, se desincroniza la producción de cortisol y puede aumentar a deshoras. Su exceso puede llegar a provocar desgaste muscular, inmunodepresión e incluso muerte neuronal.
También estamos diseñados para digerir durante el día, y no por la noche, porque el aparato digestivo tiene un ciclo muy marcado. Entre otros elementos, la insulina aumenta su sensibilidad por la mañana y disminuye por la tarde. Así pues, si se come por la noche, las bajas concentraciones de esta hormona que produce el páncreas no permiten metabolizar bien la glucosa y se fuerza el aparato digestivo. Además, por la noche, el vaciamiento del estómago se hace más lento, y ante la llegada inesperada de alimento a horas que no tocan, el estómago aumenta la secreción normal de ácido y de enzimas en momentos en los que los mecanismos de protección gástricos se encuentran en sus mínimos.
Así pues, las personas que trabajan de noche e ingieren líquidos y alimentos durante esas horas, padecen con frecuencia problemas digestivos y un aumento del azúcar en sangre. En un estudio con enfermeras del turno de noche, realizado por la Universidad Autónoma de Madrid, se ha visto que la incidencia de trastornos metabólicos, diabetes, sobrepeso, estreñimiento y arritmias es mayor que aquellas que trabajan en el turno de día. Otro estudio del Instituto de Salud Global (ISGlobal), en Barcelona, muestra que cenar temprano reduce en un 20% el riesgo de padecer un cáncer de mama o de próstata.
Averiguar si el reloj biológico de una persona está modificado puede ayudar a predecir el riesgo de sufrir determinadas alteraciones, y a que un profesional pueda prescribir cambios en los hábitos de vida.
En la actualidad, se puede averiguar si nuestro reloj interno está en hora o desfasado estudiando nuestros patrones (de sueño, de comidas) o analizando a diferentes horas del día la temperatura corporal o los niveles de determinadas hormonas, como la melatonina o el cortisol. No obstante, esos valores pueden cambiar un día por diversas circunstancias (haber dormido mal, estar enfermos), por lo que no resultan del todo fiables.
¡LO NATURAL ES ESTAR SANOS!
Gabriela Moreno Solá
Terapeuta Holística
Terapeuta en Biomagnetica Integral